ibz-bcn
La conexión Ibiza-Barcelona es algo más que un corredor aéreo operado por Vueling. De ahí que, cuando me enteré que Diana impartía un curso de formación de Mindful Vinyasa Yoga en Barcelona, no dudase en apuntarme. Conocí a Diana Naya en Ibiza, cuando nos enseñaba el yoga más técnico que yo haya practicado jamás en Open Space, un centro de yoga y meditación maravilloso que teníamos al lado de casa, en la cuesta de Santa Gertrudis camino a las antenas de San Lorenzo.
Diana es una persona muy grande en un cuerpo menudo. Sus clases son lecciones de vida. Su retórica, documentada. Sus movimientos gráciles, acompasados, conscientes, muestran la perfección de la técnica. Y sus clases son agua fresca para mi sed de conocimiento. Con lo cual, ¿qué os voy a decir?, cada vez que practico con ella tengo agujetas sin sudar la camiseta. Es una maravilla de la ciencia humana. Además de enseñar yoga, difunde conocimiento en un podcast (@diananaya_yogavivo, @samyamayogaibiza), imparte mentorias a empresas y profesionales varios, publica artículos, cuida a sus hijos, ama a su marido, etc…
Como no os podéis imaginar, porque de momento no me conocéis de casi nada, nuestro encuentro no fue nada aleatorio. Todo lo contrario, fue consecuencia de uno de mis “actos de fe”, un encuentro inesperado por escogido, voluntario y auspicioso. Desde el fondo de mi corazón, sabía que algo bueno saldría de aquello. Al fin y al cabo, el yoga es unión.
Por eso mismo, cuando me escribió aceptando la invitación, que yo le había participado para hospedarse en nuestra casa si algún día lo necesitaba, no pude más que agradecer al universo que me regalase unas horas con ella en nuestra humilde morada.
Le cociné rico.
(Venga, os voy a dar un poco de envidia con amor).
De primero, un bufet de ensaladas que había preparado para el almuerzo con mi amiga, Clara, inspiradas en el maravilloso libro de Ottolengui, “SIMPLE”. Un dos por uno de elaboraciones que ganaban sabor con las horas de maceración de los ingredientes. Así que, para abrir boca, le serví una deliciosa ensalada de judías verdes con edamame y aliño de cilantro, limón y escamas de cayena y sal marina. Para untar pan y mojar, el puré de alubias blancas con tomillo cubierto con mojo de pimiento rojo asado y avellanas tostadas. Y para acabar, una ensalada de zanahoria y nabo laminados con zumo de limón y sésamo negro. Todo refrescante. Todo sin gluten. Todo vegetariano. Es que, soy de la opinión que hay que obsequiar a los invitados con aquello que les pueda agradar, y hoy en día esa es la tendencia: menos animal y más vegetal. Con lo que de ahí, pasamos al segundo, presentando un ramen a mi manera, con base de verduras de escudella, setas shitake deshidratadas, polvo de hongo no psicodélico, fideos de arroz y furikake.
¿Qué os puedo decir?
CONFORT FOOD TOTAL.
¿Qué más pasó?
La escuché.
Me escuchó.
Dilucidé.
Moderó.
Que dudo, comenté.
—Pues duda—, respondió.
Que mucho coaching tampoco necesito, me confesó. Que a veces lo único que hace falta es parar, sentarse y meditar. Dejar el tiempo pasar, concluyó.
PARAR, PARAR, PARAR.
Me repetí yo, mentalmente.
¡Pero qué bien sienta hablar, coño!.
Parar, de repente, y escuchar el silencio. Mirar hacia dentro. Ver la sabiduría en todas las cosas, incluso en lo que nos desagrada. Yo, mujer de acción, mujer de palabra, mujer empoderada, párate y siéntete.
Por que esa fue la gran lección de ayer: SIENTE.
Y siento.
Y por eso escribo.
Y por eso comparto.
Y por eso os abrazo.
Desde la distancia.
Desde más allá del espacio.
Por que a veces, solo necesitamos que alguien nos enseñe a tirar del hilo.
Y, además, si quieres conectar con:
Diana Naya
Educadora inspiracional
www.diananaya.com